“¿Por qué no te callas?”, esa es la frase que recorre el mundo en este momento, y España está inundada, empapelada y youtubezada con este desliz del jefe del Estado español, el Rey Juan Carlos I. La cumbre iberoamericana, celebrada en estos días en Chile, seguramente tuvo consecuencias positivas, muchas o pocas, para toda la región de América Latina, tan castigada y bonita. En España también tuvo consecuencias positivas, pero para los medios de comunicación. Poco se hablaba de lo que se hablaba en Chile, a pesar de los enviados especiales y corresponsales apostados allí, hasta que la intervención del rey español, sacudió la modorra de las editoriales de los diarios y las tertulias políticas, económicas y del corazón de las radios y las televisiones. El por qué no te callas fue para los medios una inyección de “algoparadecirilina” en sus programas vacíos ya de contenido y donde el raspe que rasque a las noticias y debates ya no daban para más.
El sábado por la noche soñé con esa imagen del Rey haciendo callar a Chávez porque no dejaron de pasarla por televisión. El domingo compré El País y ahí estaba mi sueño en portada. Todas las portadas tenían esa imagen.
Esa reacción airada, desmedida, poco certera del Borbón de turno, creo yo, tiene muchas lecturas según quien la analiza. El Rey, por más azul que tenga la sangre, por más corona y por más presupuesto del estado que se gaste, es una persona de carne y hueso, como cualquier animal humano, aunque por allí se comente que es un sapo deshechizado con un beso de la dictadura franquista. Si nos ponemos en su piel borbónica, en ese momento candente del debate entre presidentes y diplomáticos, con un Chávez tratando de fascista a un ex presidente español (y yo no seré el que pone las manos en el fuego por ese), acusando de conspiradores de un golpe de estado fallido en Venezuela al gobierno español de Aznar y a los empresarios españoles, y sobre todo, que no dejaba hablar a Rodríguez Zapatero que tenía la palabra, interrumpiendo todo el tiempo su discurso, es normal hombre, que la reacción no es diplomática ni respetuosa, estamos de acuerdo, como no son nada diplomáticas ni respetuosas las intervenciones de Hugo Chávez, ya sea en su programa de televisión, en una cumbre o en la mismísima ONU.
El sábado por la noche soñé con esa imagen del Rey haciendo callar a Chávez porque no dejaron de pasarla por televisión. El domingo compré El País y ahí estaba mi sueño en portada. Todas las portadas tenían esa imagen.
Esa reacción airada, desmedida, poco certera del Borbón de turno, creo yo, tiene muchas lecturas según quien la analiza. El Rey, por más azul que tenga la sangre, por más corona y por más presupuesto del estado que se gaste, es una persona de carne y hueso, como cualquier animal humano, aunque por allí se comente que es un sapo deshechizado con un beso de la dictadura franquista. Si nos ponemos en su piel borbónica, en ese momento candente del debate entre presidentes y diplomáticos, con un Chávez tratando de fascista a un ex presidente español (y yo no seré el que pone las manos en el fuego por ese), acusando de conspiradores de un golpe de estado fallido en Venezuela al gobierno español de Aznar y a los empresarios españoles, y sobre todo, que no dejaba hablar a Rodríguez Zapatero que tenía la palabra, interrumpiendo todo el tiempo su discurso, es normal hombre, que la reacción no es diplomática ni respetuosa, estamos de acuerdo, como no son nada diplomáticas ni respetuosas las intervenciones de Hugo Chávez, ya sea en su programa de televisión, en una cumbre o en la mismísima ONU.
¿Quién no tiene ganas a veces de hacer callar a Chávez? Por favor, antes me caía bien, simpático, e incluso compartía sus excentricidades, hasta que se hicieron normales, previsibles diría y comenzaron a fastidiarme un poco, y más cuando se tira con pies juntos a sus rivales, con sobrada razón o sin ella, son sus formas las que no se caracterizan por ser tan correctas.
Otra cosa es que el Rey de España, la Monarquía por gracia divina, es una figura que históricamente ha estado ligado a los países latinoamericanos y que sus antepasados destruyeron culturas extraordinarias y expoliaron todo lo que se les antojó de nuestras tierras, dejándonos pobres y huérfanos. Antes, entonces, el Rey mandaba a callar con el dedo en el gatillo. Ese fue el recuerdo que nos quedó de cuando éramos colonia. Hoy por hoy, libres y democráticos, los países latinoamericanos ya no son más colonias españolas, por lo que ese gesto de hacer callar a un presidente de un gobierno latinoamericano pudo haber dolido a más de uno y le trajo a la memoria las sombras del pasado. Aunque ahora, las monarquías europeas que se mantienen no son las mismas de antes, están descafeinadas y son poco y nada relevantes políticamente, eso sí, con buen apoyo popular, aunque habemos muchos que pensamos lo contrario, ya que esta institución pomposa tiene que ver más con la mentalidad de la Edad Media que con la actual. Entiendo a los que se sienten dolidos, pero personalmente me decanto por lo primero que dije, el monarca es una persona que se olvidó de la diplomacia y las buenas maneras y metió la gamba hasta el fondo. Creo que muchos la meterían en ese momento, con o sin corona, de oro o de cobre.
Una cosa es cierta, Juan Carlos I, Juanca para los amigos, metió la pata, mandó la diplomacia al retrete, nada más, no le busquemos la quinta pata al gato. Los que si están contentos son los medios, que invierten litros y litros de tinta, horas y horas de programación en justificar y condenar la actitud del Rey. Lo último de esta fiebre, son unos tonos para celulares con la famosa frase. Incluso en este blog ha tenido su lugar. Y alguien estará pensando o dirá: eh tú, "¿por qué no te callas?". Ya voy.
Otra cosa es que el Rey de España, la Monarquía por gracia divina, es una figura que históricamente ha estado ligado a los países latinoamericanos y que sus antepasados destruyeron culturas extraordinarias y expoliaron todo lo que se les antojó de nuestras tierras, dejándonos pobres y huérfanos. Antes, entonces, el Rey mandaba a callar con el dedo en el gatillo. Ese fue el recuerdo que nos quedó de cuando éramos colonia. Hoy por hoy, libres y democráticos, los países latinoamericanos ya no son más colonias españolas, por lo que ese gesto de hacer callar a un presidente de un gobierno latinoamericano pudo haber dolido a más de uno y le trajo a la memoria las sombras del pasado. Aunque ahora, las monarquías europeas que se mantienen no son las mismas de antes, están descafeinadas y son poco y nada relevantes políticamente, eso sí, con buen apoyo popular, aunque habemos muchos que pensamos lo contrario, ya que esta institución pomposa tiene que ver más con la mentalidad de la Edad Media que con la actual. Entiendo a los que se sienten dolidos, pero personalmente me decanto por lo primero que dije, el monarca es una persona que se olvidó de la diplomacia y las buenas maneras y metió la gamba hasta el fondo. Creo que muchos la meterían en ese momento, con o sin corona, de oro o de cobre.
Una cosa es cierta, Juan Carlos I, Juanca para los amigos, metió la pata, mandó la diplomacia al retrete, nada más, no le busquemos la quinta pata al gato. Los que si están contentos son los medios, que invierten litros y litros de tinta, horas y horas de programación en justificar y condenar la actitud del Rey. Lo último de esta fiebre, son unos tonos para celulares con la famosa frase. Incluso en este blog ha tenido su lugar. Y alguien estará pensando o dirá: eh tú, "¿por qué no te callas?". Ya voy.
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