jueves, 1 de noviembre de 2007

Dos pájaros de un tiro

Dos días después de llegar a Sevilla, con lo que eso duele, con lo que eso significa, estábamos embarcándonos nuevamente en otra de las nuestras, esta vez hacia Barcelona. Estos pasajes y las entradas para el concierto estaban comprados hacía medio año. Viajamos, otra vez. Las piernas parecen seguir entumecidas del viaje de retorno. Llegamos a Barcelona. Nos movíamos automáticamente, como zombis. Maria, ¿a dónde vamos ahora?, Ale, tenemos un concierto espectacular esta noche. Que sensación rara, estábamos en el centro de Barcelona, con lo linda que es, sin entender que hacíamos ahí. Un poco atontados a causa de lo ajetreado de las vacaciones, aterrizamos sin aterrizar y paseamos sin pasear. Diga que ya conocíamos muy bien la capital catalana, que si no hubiese sido una oportunidad muy mal aprovechada.

Había una sola cosa que nos traía de las narices a Barcelona, el concierto que daban esa misma noche los tan jóvenes y tan viejos Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat. Una oportunidad única de matar “dos pájaros de un tiro”, que es precisamente así como se llama la gira mundial que en este momento gira por América Latina y que en breve estará haciendo escala en Montevideo con entradas agotadas, por supuesto, como es normal.
Nuestro día era largo. Vagamos sin rumbo unas horas hasta que decidimos irnos directo al Palau Sant Jordi que era el lugar del concierto. Para llegar al Palau es necesario subir la gran cuesta de Montjuic, en cuya cima está el Estadio Olímpico en donde se desarrollaron los Juegos Olímpicos de 1992. Las vistas desde allí son inmejorables, Barcelona queda a nuestros pies.


Montjuic. Palau Sant Jordi.

Al llegar al Palau, el ambiente era tranquilo, despejadísimo, vacío. No había nadie esperando o haciendo cola, como es de esperar, salvo un par de señoras jubiladas que se habían hecho unos cuantos quilómetros para estar en primera fila. Eran fans de Serrat, lo que no era nada de extrañar. Entre refuerzos de mortadela y cervecitas frías, lo pusieron al catalán en un pedestal. Al rato se acercan dos jóvenes que la pinta los vendía. Efectivamente, fervientes admiradores del irreverente andaluz. Las cartas españolas y la “conga” uruguaya ayudaron a pasar el tiempo. A falta de un par de horas para que abrieran las puertas del recinto seguía si haber mucha gente. Se habían formado algunos islotes desperdigados de fans que hacían círculos y, lamentablemente para nuestro oídos, mataban el tiempo tarareando canciones de no se quien.
Cuando afuera estaba oscureciendo, abrieron la puerta y enfilamos como ovejas por el brete, siendo los primeros en asomarnos a aquel gimnasio colosal lleno de nadie. Caminamos cerca de doscientos metros sintiendo el eco de nuestros pasos que se iban multiplicando a medida que la jauría entraba rabiosa a ubicarse en el mejor lugar. Pero el mejor lugar era el nuestro, en la mitad del escenario, a casi un brazo de distancia, de acá no nos mueve nadie.
Para que se hagan una idea, el vaso de agua costaba 2 € y el vaso de cerveza entre 4 € y 8 €!!! Sin escrúpulos realmente. Muy necesitado había que andar, y de esos no faltaban eh…


El concierto empezó en hora, a las nueve clavaditas. El Palau estaba a rebosar y la gritería ensordecedora confirmó la entrada de los maestros de maestros. Es extraño pero cuanto más viejos y achacosos están mejor se los ve. Juntos parece que han rejuvenecido unos cuantos años, parece que mutuamente se han dado unas inyecciones de vitalidad. Los dos han estado cara a cara con la “pálida dama” y han zafado, y ellos son los primeros, quien más podría, en reconocerlo y jugar sarcásticamente con eso, y no han encontrado la mejor forma que cantando a dúo la canción popular “Y no estaba muerto, no, no… estaba de parranda…”.
Como lo preveíamos, Serrat en su tierra cantaría y hablaría en catalán, porque más catalanista que Serrat no hay, pero que Sabina se largara sus monólogos y canturriara en catalán fue una sorpresa. Por esta razón nos perdimos muchos chistes y tuvimos que molestar más de una vez al catalán que tuviéramos al lado para una rápida traducción.
Hicieron un repaso por todas las mejores canciones de sus repertorios, hicieron versiones a dúo para la historia y se contagiaron uno del otro. Sabina por un lado, parecía menos inquieto y desfachatado que en veces anteriores, por lo menos lo aparentaba muy bien. Serrat, por otro lado, conocido por su saber estar, su comportamiento intachable y siempre respetuoso, parecía estar contagiado con el virus de la sabinitis porque por momentos tuvo los síntomas característicos, se comportó como un verdadero payaso, pero claro, haciendo las delicias de todos. Eran unos adolescentes en el escenario. Sobre todo cómplices, como si hubieran encontrado la física y la química necesaria entre ambos.
El concierto duró cerca de 3 horas, ya no recuerdo exactamente cuantas veces volvieron al escenario para complacer nuestro “¡otra! ¡otra!”, fueron como 3 o 4 bis fantásticos, como mini recitales.


En resumen y sin querer meterme más en detalles del concierto, porque sé que muchos amigos en Uruguay ya tienen su entrada para el recital y querrán que todo sea una sorpresa, les digo que es un espectáculo inolvidable. A estos dos monstruos de la música no se los ve todos los días en un mismo escenario.
El esfuerzo valió la pena.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Salio el comentario que les dije que me alegraba de que se hubieran divertido?

Anónimo dijo...

Buenisimo,la verdad que es un espectaculo imperdible.Gracias por la antesala de lo que sera aca en uruguay el 1ero de diciembre,estan invitados si lo quieren repetir.
Besos y cariños,so.