viernes, 13 de julio de 2007

Cumulus nimbus

(Breve inciso con forma de paraguas abierto por si llueve: Aunque no guste mucho a muchos la reflexión en broma que voy a hacer, quiero que sepan que siempre intento ser muy respetuoso con las creencias ajenas, como debe ser vamos, tolerancia y respeto ante todo)
Siempre que puedo garroneo el asiento de la ventanilla porque me gusta contemplar por un rato el mundo con la misma perspectiva que tiene Dios desde el cielo. En uno de esos momentos con la mirada perdida a medio camino entre el cielo y la tierra, me puse a pensar seriamente, desde mi prudente ateísmo, que puede llegar a parecer lógico que Dios no acuda a ayudarnos en muchas ocasiones porque lamentablemente hay cosas que él no ve, se las pierde y nos pierde.
Me explico (lo inexplicable), si Dios está en el cielo como yo, pero calculo que más arriba, y sin entrar en comparaciones odiosas, se pierde muchas de las cosas que pasan abajo, puesto que las nubes lo tapan todo. Les digo por experiencia que cuando está nublado sólo se puede ver un campo blanco de algodón o un millón de ovejas descarriadas y sin esquilar o la espuma de un vaso gigante de cerveza. El paisaje a veces aburre, más si el viaje dura varias horas, pero hay que reconocer que es un espectáculo único.
La cuestión es que Dios debe de ver lo mismo, y pensará lo mismo también. Por eso, concluyendo (lo "inconcluíble"), considero prudente prevenirlos de alguna manera diciendo lo siguiente: en un día nublado, Dios no te ve, por lo tanto es como si se tomara unas vacaciones para desenchufarse del estrés constante al que lo estámos sometiendo; en un día despejado, Dios es el que todo lo ve y es imposible que no le eche una mano a aquellos que la necesiten; en un día nuboso, ahora sí, ahora no, como el señalero, por lo que podemos quedar librados al azar y, por si esto fuera poco, Dios tendría la coartada perfecta: “Hijo mío, no te vi. Es que justo en ese momento pasaba una cirrus por ahí abajo y te perdí de vista. Esperá que anoto, ¿en qué calle decís que te atropelló ese camión lleno de ganado?”.

1 comentario:

Valentín dijo...

Buenisimo...yo cuando vuelo tambien pienso en Dios y en todos mis hermanos mortales... es una muy linda meditacion de San Ignacio de Loyola, la contemplacion del mundo desde arriba, y pensar que piensa Dios... no llego a las mismas conclusiones que vos Ale, pero vale, o ale, o-le, eh!
(En sintesis, al Dios ver todo el relajo que armamos aca abajo, decide mandar a su hijo, para darnos sugerencias de que hacer mejor, y la invitacion es luego de la meditacion, a nosotros ponernos a trabajar en la misma direccion...)
Lectura recomendada: los anteojos de Dios, de Mamerto Menapace (los cuentos del monje menapache te encantarias mucho, mezclando la sabiduria de la gente del campo, con la del cielo). La seguimos.