lunes, 23 de julio de 2007

Han dicho... (Parte I)

Tengo en Uruguay un amigo
Vecino de un Barrios de Flores
Compone y canta a lo Joaquín
Pero se llama Hernán
Y se dice loco y lo aparenta
Y se dice poeta y lo escribe
Arquitecto del verbo contar
Torero de la hoja en blanco
Media verónica y pase de pecho
Entre el ole, el ole y el ole.


DIA DEL AMIGO

Falta poco para que llegue a su fin el día del amigo. Por un instante, mientras comienzo a ingresar algunas primeras palabras en ésta máquina, tengo algo así como el reflejo de apurarme; de pensar y escribir rápido porque se supone que este mensaje tiene que llegar a destino antes de que termine el día.

El día, las horas, los minutos, los segundos. ¿Qué es eso? Reglas nada más. Inventos humanos. Mojones en el tiempo puestos ahí por algún hábil visionario, a fin de poder regular y ordenar al resto de la tropa. O sea a todos nosotros. ¿Qué tal? Pavada de invento se mandó el flaco. Y a partir de entonces, contamos con conceptos incrustados en lo más profundo de nuestro ser como, rápido, lento, apurado, adelantado, atrasado, tarde, temprano. Y ni hablar de primero, último, ganador, perdedor, mejor, peor. Que a su vez se relacionan con triunfo, fracaso, éxito, derrota. Que por supuesto tienen como consecuencia casi directa la riqueza o la pobreza. Que obviamente, y dadas las condiciones sociales también inventadas por otra manga de vivos un poco después, son responsables directas de la felicidad o la infelicidad. Bueno, el tema es que no me voy a apurar nada y voy a mandarles mi saludo del amigo cuando pueda, quiera y se me de la gana.

Si tuviera que hacer una gráfica imaginaria de una amistad cualquiera, sería algo así como un hilo continuo de aceite corriendo por una superficie lisa y en forma levemente descendente. A medida que el hilo de la amistad avanza, va juntando en su camino despojos, objetos, hechos, experiencias. Y por que no, alegrías, tristezas, decepciones, enojos, promesas, emociones. Y el hilo de la amistad se va haciendo, poco a poco, más y más grueso. Y por ende, más y más fuerte. A veces se cruza con otro hilo de la amistad que acierta a estar en su camino, y bueno. Ahí pasa lo que tiene que pasar. Si nuestro hilo es medio fino, seguramente se diluirá y sumará al torrente del hilo que se le cruza. En cambio, si nuestro hilo está anchito, romperá la barrera del hilo invasor y lo atravesará sin problemas, siguiendo así su camino, reforzado y fortalecido con las partículas remanentes de la colisión. Mucha metáfora para esta hora, ¿no?

La amistad no tiene horas, ni días, ni medidas de ningún tipo. La amistad es un sentimiento, y si hay una particularidad que le envidio a los sentimientos, es el hecho de que no pueden ser medidos. No señor. No hay regla que los mida. No hay balanza que los pese. La amistad es o no es, y punto. La amistad es un pedazo de tiempo compartido entre dos almas. Puede ser muy frágil o muy fuerte. Pero no depende de nosotros. La amistad es energía con vida propia. La amistad no conoce de distancias, ni de razas, ni de religiones, ni de idiomas. La amistad, creo yo, es la hija mejor del amor, que es el padre de todos los sentimientos.

Entonces amigos, no nos dejemos enjaular en éstas cárceles del tiempo que nos han inventado. Digámosle a nuestro amigo cuánto lo queremos y apreciamos en cualquier momento y lugar. Claro, como lo estoy haciendo ahora contigo.
¡Que seas muy feliz hoy y siempre!
Hernan Barrios
(locopoeta)

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