Los jefes de los buscadores de tesoros, deciden en reunión secreta que zona corresponderá a cada buscador. Cada uno de nosotros entonces, recibe órdenes precisas de donde, cómo, cuándo, por qué y qué buscar, y agarra sus herramientas, la escoba plana entre ellas, y sale a rastrear el tesoro escondido. Nosotros dos, Maria y yo, estamos destinados a diferentes zonas dentro del enorme hospital. Una de esas zonas corresponde a la clínica de maternidad. Entre llantos y “silencio porque duerme” pasamos el detector de tesoros por debajo de las camitas evitando en lo posible cualquier ruido.
Estar un par de horas diarias en ese lugar dan ganas de… dan chuchos de… Yo en el fondo logro controlar los impulsos, que poco se notan, pero en el fondo tengo ganas de… Maria hoy, ayer, tiene ganas de…
Estar un par de horas diarias en ese lugar dan ganas de… dan chuchos de… Yo en el fondo logro controlar los impulsos, que poco se notan, pero en el fondo tengo ganas de… Maria hoy, ayer, tiene ganas de…
En ese lugar, el kilómetro cero de la vida, es inevitable mirarnos y sonreír con complicidad, porque en definitiva los dos tenemos ganas de… quién de nosotros dos sería capaz de negarlo. La cabeza se nos va a cualquier otro lado, tan lejos que no escucharíamos el pitido ensordecedor de detector.
Mientras la cabeza gira a nueve meses por segundo, el tesoro sigue sin aparecer, porque está dormido, esperando expectante el momento de asomarse a la luz. Lo cierto es que él también tiene ganas de... ser encontrado.
1 comentario:
Que sean dos asi podemos ayudar
que lindo
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