sábado, 4 de agosto de 2007

Maria, yo y mi otro yo

Después de discutir acaloradamente con el tipo del espejo y de tratarnos y destratarnos con improperios impropios del horario de protección al menor, he decidido volver a sentarme frente a la computadora y darle con torpeza unos cuantos dedazos que no se merece la pobre máquina inocente.
La discusión empezó hoy por la mañana cuando nos miramos a la cara en el baño. Él empezó todo, abrió fuego con una sarta de insultos que no tardaron en obtener mi respuesta. Me acusaba de flojo, de pelotudo, de irresponsable, y de un montón de cosas más que no las digo por respeto a ustedes y a mi mismo. Todo relacionado con el blog, porque él considera que me he dejado estar y me acusa de abandonarlo por completo. Yo intenté en vano contrarrestar las acusaciones alegando que eran solo unas vacaciones de una semanita para cargar las pilas. Todo acabó a los pocos minutos cuando en el momento en que nos gritábamos sin oír lo que decía el otro, alguien golpeó la puerta del baño, no pudiendo ser otra que Maria porque estamos solos los tres en la casa.
Vamos al lío, como dicen en la España del sur, la razón fundamental de la discusión fue la falta de ganas de escribir para este blog de apetito creciente. El miedo más grande que tenía cuando se me ocurrió abrir este kiosco de caramelos y de souvenirs era que me quedara sin saliva y se me secara la garganta. Pero soy consciente de que no se trata de un problema de falta de cuentos para contar, sino que la carencia se debe en parte por mi falta de iniciativa a la hora de decir y del desgano producto del cansancio de esa búsqueda frenética del tesoro vikingo. Además, ya que estamos culpando a terceros, le anotamos unos puntitos al tiempo que hace. El tipo del espejo tenía razón, no eran unas simples vacaciones.
“Abandono el blog”, le dije a Maria saliendo del baño. “Estas loco”, me dijo. Reconozco que me molestó lo que me acababa de decir pero no tenía argumentos para demostrar la falsedad de los evidentes síntomas de locura momentánea.
Me tomé un tiempo para meditar y reflexionar mi decisión. Después de ir dos o tres veces más a ver al tipo del espejo, mi enemigo acérrimo, hicimos las paces y declaramos un alto al fuego provisional. Reconocí mi dejadez, él se disculpó por los insultos hacia mi persona y terminamos dándonos ánimos para seguir adelante, unas inyecciones de moral y autoestima y como pocas veces, nos dimos la mano.
Es por eso que vine otra vez a sentarme frente a la computadora para decirle cosas al oído con los dedos y alimentar a este bichito insaciable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ale, los subeybajas son normales, pero cuando te venga una de las bajas, pensa en los que te leemos y disfrutamos muchisimo de tus comentarios. Esta buenisismo!!
Laly.