El domingo, después del almuerzo uruguayo de las 2 de la tarde, salimos raudos al parque de diversiones y/o atracciones, “Liseberg”. Este parque, inaugurado allá por el 1923, es el más grande de Escandinavia y por año lo visitan cerca de 3.500.000 de personas, casi todo el Uruguay. El día que hizo fue espectacular, una rareza. Valentina disfrutó mucho del paseo y de los juegos pero nosotros, los grandes, disfrutamos más que ella.
Maria es fan del Balder, que se trata de la montaña rusa de madera más grande de esta parte norte del planeta. Por ejemplo, recorrer este ovillo de madera gigante te lleva solamente 130 segundos a una velocidad de 90 kilómetros por hora, eso sí hay que sumarle a la aventura una cola de media hora, con mucha suerte. El año pasado la nueva atracción que trajeron al parque le hizo competencia, se llama Kanonen, el cañón. La particularidad de este juego es que de arranque alcanza una velocidad de 75 kilómetros por hora en 2 segundos, además, tiene un tramo de 90 grados que te lleva en picada al suelo. Como imaginarán, Maria quería subir a alguno de los dos juegos, pero nadie quiso acompañarla. Todos encontramos una excusa para evadir la propuesta. Hace un par de años tuve el placer de subir al dichoso Balder. No sé en que pensaba en ese momento, pero creo que sospechaba que algo feo estaba por ocurrir. Y ocurrió, porque les juro que no fui capaz de disfrutar ni un segundo del paseo, tampoco pude gritar como los demás, me faltaba el aire. Por suerte ahora puedo contarlo y conocer que se siente cuando uno se sube a una de esas moles. Mi excusa entonces para no acompañar a Maria fue esa, yo ya se lo que se siente y no hay necesidad de comprobarlo nuevamente, solo con acercarme a las tablas y ver los carros volando por las vías llevando a gente contenta que grita enloquecida me tiemblan las piernitas. Pobre Maria, se tuvo que conformar con subir junto a Valentina en unas tazas que giraban a 1 kilómetro por hora.
Los colores representativos del parque son el rosado y el verde, por lo tanto, el conejo (Kaninen), el símbolo del Liseberg, está coloreado con esos mismos colores. A Valentina le encantó el conejo y por eso le pidió a su abuelo un globo con la cara del roedor. El abuelo sacando pecho se acercó al kiosco, pidió un globo del bicho en cuestión y lo pagó sin chistar, tratando de mantener el honor y el decoro suficiente como para priorizar en la felicidad momentánea de su nieta antes que lo costoso que puede ser lograr dicho placer efímero. Mientras tanto el resto nos regocijábamos mirando hacia el cielo donde el globo lleno de helio ya flotaba en el aire con cara sonriente de caro conejo verde.
El mismo conejo risueño está ahora justamente sobre mi cabeza, pegado al techo, esperando ser rescatado por alguien o que se cumpla el fatídico ciclo de la vida.
La montaña rusa (Balder)
1 comentario:
SUERTE QUE NO HABIA UNA MONTANIA COMO ESA EN EL MALL OF AMERICA DE IOWA,SINO POBRE DE LULI SOLA CON JAIME,JA,JAIMITO ES CHISTE LA MIEDOSA SOY YO,BESOS.SO
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